GIBRALTAR-CATALUÑA-PORTUGAL: "LA OCASIÓN LA PINTAN CALVA"
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El pasado día 7 de septiembre el diario digital "intereconomia.com" publicó una información sobre un pesquera de Algeciras, el "Divina Providencia", que faenaba en las aguas españolas de la Bahía de Algeciras y fue conminado a abandonar la zona en la que pescaba por patrulleras de la colonia de Gibraltar. Según la información del cita diario, de la cual incluyo enlace digital a continuación (aqui), fue por la intervención de la Guardia Civil de Frontera que la exigencia de las patrulleras llanitas no fuese culminada.
Este incidente' es uno más del rosario de provocaciones que el Gobierno de la colonia lleva practicando desde hace meses con una descarada intención de provocar forzados actos de violencia a los que la Guardia Civil de vigilancia en el Estrecho se viese abocada a practicar. El decir que estas provocaciones por parte de las autoridades del Peñón es una mera cuestión de los actuales dirigentes en su pretensión de apuntarse el tanto de haber conseguido la soberanía sobre las aguas españolas que lo circundan es ver el problema desde una óptica desmesuradamente optimista y simplista porque a ningún dirigente de la colonia se le ocurriría jamás originar un enfrentamiento bélico entre España y Gran Bretaña de por libre. Esta hipótesis puede y debe ser descartada de plano. Y si estas provocaciones de a diario de las autoridades del Peñón no son de motu propio, entonces ¿quién mece la cuna y con qué fin la mueve?; la respuesta a esta pregunta nos la da hechos acontecidos y aún en proceso a lo largo de los trescientos años de usurpación británica del Peñón de Gibraltar. Veamos:
La concesión de la propiedad -que no soberanía- que España hizo a Gran Bretaña en 1713 a través del fatídico Tratado de Utrecht contemplaba, y contempla pues el Tratado sigue en vigor, sólo la plaza de Gibraltar con su castillo y el puerto o embarcadero de la época. No tiene concesión jurisdiccional de ningún otro tipo como pudiera ser las aguas que circundan el Peñón o su comunicación con el resto de España a través del istmo (franja de tierra que separa la frontera de Gibraltar y la frontera española, no incluida en la concesión bajo ningún aspecto). En resumidas cuentas: una plaza militar con la sola posibilidad de comunicación por mar. (Ver post sobre la toma de Gibraltar en 1703 por ingleses, holandeses, alemanes y españoles).
En el transcurrir de los años, sin prisas pero sin pausas, la colonia ha ido ampliando su espacio vital ganando suelo a costa de las aguas españolas que lo circundan y ha convertido el embarcadero de la época en un gigantesco puerto de mar construido en aguas españolas, terminando por adueñarse del istmo, la franja de tierra que separa las dos fronteras, convirtiéndolo en un aeropuerto en toda regla, además de seguir inexorablemente ampliando la superficie de la colonia con rellenos de las aguas españolas del lado del Mediterráneo con el fin de construir un emporio turístico.
¿Y cómo ha sido posible que España transigiera sin más en todo este expansionismo de la colonia por tierras y aguas españolas? Esta es la pregunta del millón y su respuesta muy simple: las circunstancias de España en diferentes épocas en las que asuntos de mucho mayor calado la tenían atrapada para ocuparse del 'quiste' de Gibraltar, circunstancias que nunca dejaron de ser aprovechados por la colonia como fue el caso del inicio de la construcción del aeropuerto en 1938, en plena Guerra Civil española, la construcción subrepticia del puerto como vertedero de los escombros de los innumerables túneles que se fue prolongando y prolongando en aguas españolas sin que ningún gobernante español, por las razones que fueren que seguro que ha habido muchas, no decidiese poner coto a semejante usurpación de nuestras aguas de la Bahía de Algeciras. También hay que recordar en este capítulo de concesiones la ocupación del istmo que España autorizó por razones humanitarias durante la epidemia de peste que diezmó a su población en el siglo XIX pero que, una vez superada la crisis de la epidemia, se quedaron allí instalados y apropiaron de una parte importante del mismo.
¿Y cuáles podrían ser ahora las razones para que se produzcan continuas provocaciones por parte de las autoridades de la colonia, respaldadas a todas luces por las británicas, para que se origine un enfrentamiento armado en la Bahía de Algeciras entre España y Gran Bretaña? Como es bien sabido, Gran Bretaña reclama para sí tres millas marinas de las aguas españolas que circundan la colonia, cosa imposible de conceder por España porque 1º) el Tratado de Utrecht no le confiere derecho alguno sobre las aguas que circundan el Peñón, y 2º) Gran Bretaña no recibió el derecho de soberanía sobre la Plaza de Gibraltar sino sólo la propiedad de la misma y, consecuentemente, si no se ostenta la soberanía sobre un territorio no se puede pretender derecho de jurisdicción marítima alguno. Por tanto, la respuesta puede ser sólo una: que "la ocasión la pintan calva". ¿Qué ocasión? se preguntará el lector. La ocasión, desde mi punto de vista, podría ser la siguiente:
Hace muchos años que la unidad nacional de España no se encuentra cuestionada por algunos núcleos de población de la Piel de Toro como se encuentra en la actualidad. Hay importantes regiones de España en las que el ego nacional español ha sido secuestrado y se hacen ímprobos esfuerzos por debilitarla en todas sus Instituciones nacionales, especialmente en la Institución que siempre ha sido el esqueleto sobre el cual descansaron los ropajes de los variados pueblos de España: el Ejército. El presupuesto de esta Institución es recortado ininterrumpidamente cada año con el alborozo de aquéllos que lo denuestan y que olvidan, dentro de su ignorante e irresponsable pacifismo, o tal vez aversión a unas saludables y bien dotadas Fuerzas Armadas, que España tiene dos posibles frentes abiertos de muy probable beligerancia que son la colonia de Gibraltar y Ceuta-Melilla-Islas Canarias. Estas son realidades y no fantasías y estas realidades no se pueden afrontar con un ejército en el que sus recortes económicos han llegado al extremo en el que los soldados tienen que pagar el 50% de su rancho. En resumen: no tenemos un ejército en precario pero está por ver si sus efectivos están a la altura de una posible confrontación con un ejército bien dotado, y, en la hipótesis de Gibraltar, no podemos obviar que España tendría enfrente a una potencia dotada de armas nucleares.
Siguiendo en la senda de encontrar la obligada respuesta a la "ocasión la pintan calva" ya mencionada, debo trasladarme en el tiempo al año 1640 y, para ser más concreto, al 12 de junio de 1640 cuando tuvo lugar en Barcelona el llamado "Corpus de Sangre" que fue la consecución del levantamiento e irrupción en Barcelona del campesinado de Cataluña contra la presencia del ejército español que se encontraba acantonado en Cataluña, después de ser rechazado éste por el ejército francés en 1637 en su objetivo de entrar por los Pirineos y avanzar hasta París donde debía confluir con las tropa españolas provenientes de Flandes. Este rechazo militar obligó al ejército español, acompañado en esta empresa por el propio Rey Carlos IV y el Conde Duque de Olivares, su Jefe de Gobierno -a la sazón llamado Valido-, a acantonarse en Cataluña a la espera de mejor momento para reintentar llevar a buen fin el plan militar de confluencia en París con el ejército de Flandes, plan militar que se le suponía el necesario, de culminar con éxito, para poner fin a la Guerra político-religiosa de los treinta años, una vez anulada Francia del bloque de naciones beligerantes que abrazaron el protestantismo de Lutero.
La oligarquía separatista catalana de la época vio su oportunidad en los actos de pillage llevado a cabo por la tropa de la Corona acantonada en Cataluña para calentar el ambiente separatista contra España y su ejército allí estacionado, teniendo como consecuencia la antes mencionada irrupción del campesinado en Barcelona en un comportamiento de derramamiento de sangre y saqueo de lo más rancio de una revolución social de clases y guerra civil, proceso que comenzó en el mentado día de "Corpus de Sangre" y tuvo su continuidad en una auténtica guerra civil en Barcelona en la que el 'monstruo sin cabeza' se adueñó prácticamente de toda la ciudad, con numerosos asesinatos, entre ellos el del Virrey de Cataluña, y saqueos por doquier, situación extrema para la cual los promotores del levantamiento separatista no estaban capacitados para controlar, es decir, soltaron a un fiera de su jaula y se vieron incapaces de controlarla por sus propios medios por lo que, ante la imposibilidad de controlar el desmadre revolucionario, recurrieron al 'amigo' francés, al Rey de Francia, Luis XIII, quien, muy receptivo pues ello significaba debilitar el enemigo español, le envió 3.000 soldados, con mantenimiento a cargo de la Generalidad, que les ayudó a frenar la revolución campesina.
El 16 de enero de 1641 se constituye la República Catalana que elige como presidente al canónigo de Seu de Urgel, Pau Claris. En el mismo mes de enero de 1641, el Rey de Francia, Luis XIII, es nombrado Conde de Barcelona por las élites separatistas que ostentaban el poder de la Cataluña independiente -Pau Claris moriría de forma repentina en febrero de 1641, un mes después de la batalla de Montjuic en la que la liga franco-catalana venció a las tropas españolas-, quedando así adscrito el condado de Cataluña a la Corona de Francia. En 'reconocimiento', Francia envió a Cataluña un ejército y un cuadro político-administrativo que actuaron como un verdadero ejército de ocupación y cuyos desmanes dejaron en pura minucia los robos de gallinas cometidos por la tropa española. Este comportamiento más de conquistadores y ocupación que de aliado del ejército francés hizo posible que gran parte de la población catalana reconociera el despropósito cometido al meter al enemigo en casa y cooperara de forma relevante a que el ejército español pudiese expulsar a los franceses de Cataluña, acto que terminó de escenificarse con el Tratado de la Paz de los Pirineos, pero no sin que en dicho Tratado España tuviera que hacer la concesión del Rosellón, el Conflent y media Cerdeña a la Corona de Francia.
Es totalmente imposible el condensar en unas cuantas líneas todo lo que se coció en Cataluña desde el tristemente famoso día del "Corpus de Sangre" en junio de 1640 hasta el final de la guerra de la independencia de Cataluña en 1952. No obstante, el fin de este breve relato sobre dicha guerra no es rememorar la historia catalana de la época, que también si sirve de algo el despropósito independentista de la época con la repetición que está teniendo lugar en la actualidad, sino la importancia del papel que jugó en el contexto internacional de una España sumida en la larga guerra de los treinta años y con varios frentes abiertos, y, especialmente, en la separación de Portugal del resto de España.
Para Portugal el levantamiento de Cataluña resultó ser "La ocasión la pintan calva" de un momento histórico que fue aprovechado por las facciones disidentes de Portugal.
LA DISIDENCIA PORTUGUESA APROVECHA SU OCASION
Los acontecimientos de Barcelona de junio de 1640 fueron la sacudida que terminó por sacar a la clase dirigente de Portugal de su pasividad, un Portugal que había padecido desde su incorporación a la Corona de España el 12 de septiembre de 1580 la piratería de los corsarios de la flota holandesa de las siete provincias rebeldes contra sus colonias y comercio en Oriente. Al pasar a formar parte de la Corona de España con la subida al trono de Felipe II en la citada fecha, heredero legítimo de la Corona de Portugal, se vio involucrada en la interminable guerra de Flandes y sus posesiones de ultramar sufrieron las consecuencias. Esta situación llevaba años gestando un descontento en Portugal que vio su salida a la independencia del resto de España en los frentes de guerra que tenía abierto España a causa de la Guerra política-religiosa de los treinta años, con Francia entre una de las naciones enemigas, a la que se le sumó la sublevación y guerra de Cataluña que obligó a la Corona a hacer un inmenso esfuerzo para someter a los rebeldes secesionistas catalanes. Esta situación hacía impensable que la Corona de España pudiera habilitar un cuerpo de ejército para someter a los amotinados de Portugal que el 1 de diciembre de 1640, meses después del día "Corpus de Sangre" en Barcelona, protagonizaron el "Motín de Lisboa" en el que son asesinados los altos representantes de la Corona, entre ellos el Secretario de la Regencia, y aquéllos portugueses adictos destacados a la misma, procediéndose a la proclamación del Duque de Braganza como Rey Juan IV de Portugal.
Conseguido el apaciguamiento de Cataluña en 1652, los diferentes intentos que emprendió la Corona para recuperar Portugal por medio de las armas no dieron resultados favorables para España pues las batallas de relieve que tuvieron lugar fueron con saldo a favor de las armas portuguesas, algunos espectaculares. Son de resaltar la batalla de Las Líneas de Elvas (14 de enero de 1659); la de Ameixial (4 de junio de 1963); la de Castelo Rodrigo (7 de julio de 1664); y la de Villaviciosa (17 de junio de 1665), la última y definitiva que también se saldó con un clamoroso saldo a favor del ejército portugués. Después de esta batalla, España tuvo que asumir que la independencia de Portugal era un hecho irrefutable. El 13 de febrero de 1668 se firmó en Lisboa el Tratado de Lisboa por el que España reconocía la total independencia de Portugal como nación no adscrita a la Corona de España.
Cabe subrayar que la aceptación y firma de este Tratado se llevó a efectos con cierta premura por parte de la Corona española, ya fallecido Felipe IV, y su hijo y heredero a la Corona, Carlos II, siendo aún niño, en manos de la Reina, Mariana de Austria, como Reina Regente y cuyo confesor y asesor -que actuaba casi como un valido- el padre jesuita Juan Everardo Nithard, que actuó en estrecha sintonía con sus correligionarios portugueses, no fue ajeno a dicha premura. La Iglesia Católica, de la mano de la Orden de los Jesuitas en este caso, jugó un papel importante en la consecución y firma del Tratado de Lisboa con el que España cerraba definitivamente las puertas para intentar recuperar Portugal en el futuro.
Cabe terminar el apartado de la independencia de Portugal de 1640 en que no fue la única en que miembros de la Iglesia Católica jugaron un papel relevante en el acto de separación de Portugal del resto de España. La primera separación la protagonizó el Arzobispo de Braga, que dio un apoyo y respaldo persistente y sin límites al Conde de Lusitania, Alfonso Enriques, hijo de Enrique de Borgoña, Conde de Portugal por su matrimonio (1093) con la hija ilegítima del Rey de Castilla Alfonso VI, Teresa de León, quien dio a su hija el Condado de Lusitania en 1095.
El Conde Alfonso Enriques, si bien tuvo que enfrentarse a la Corona de Castilla y León , incluso con las armas, por su supuesto linaje ilegitimo, -su madre, Teresa de León, hija ilegítima de Alfonso VI y su padre, Enrique de Borgoña, Conde cónyuge- demostró ser un líder y valiente guerrero que consiguió importantísimas victorias sobre el Moro, como fue la de Ourique en 1139, que tuvo como consecuencia que fuese aclamado Rey de Portugal por su ejército el 26 de julio de 1139, como Alfonso I Enriques, Rey de Portugal. A esta batalla ganada al Moro le siguieron otras entre las que tuvo especial relevancia la toma de Santarem y Lisboa en 1147.
Indiscutiblemente que lo que a Alfonso I Enriques le faltara de legitimidad para instaurar un trono en el Condado de Portugal lo cubrió con creces con sus méritos con las armas, tanto contra el Moro como contra sus propios familiares de Castilla y León que se lo disputaron, incluida su madre Teresa de León. La Corona de Castilla, ostentada a la sazón por Alfonso VII, reconoció la independencia del Reino de Portugal en 1143 y el Papa Alejandro III reconoció a Portugal como nación independiente y vasallo de la Iglesia en 1179. Según la Historia, la Iglesia Católica, de la mano del Arzobispo de Braga, jugó un importantísimo papel en que consiguiera su objetivo. Portugal no volvería a la Corona de España hasta 1580 en que comenzó a ostentarla, legítimamente, Felipe II.
No parecen existir dudas de que la revolución secesionista de Cataluña hizo viable la segunda separación de Portugal de España; la primera fue del Reino de Castilla y la segunda de la Corona de España.
Y ahora el lector, si ha tenido la paciencia de llegar en su lectura hasta aquí, tal vez se pregunte: ¿a son de qué vienen los acontecimientos que tuvieron lugar en España en 1640 con los incidentes provocados por las autoridades del Peñón en las aguas españolas de la Bahía de Algeciras? Sí, esta es la inevitable pregunta a la cual voy a procurar dar una escueta respuesta:
Como hemos podido ver a lo largo de los meses desde que Picardo tomó la presidencia del Gobierno de la colonia hay una fijación británica, amplificada por las autoridades del Peñón, que Gibraltar tiene derechos marítimos sobre las aguas que lo circundan de acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar, firmada en Montego Bay, Jamaica, en 1982.
Nada más lejos de la realidad porque, en primer lugar, el Tratado de Utrecht, que da soporte legal internacional a la presencia británica en Gibraltar, no deja ni un solo resquicio que de pie a la pretensión británica de que Gibraltar disfrute de aguas jurisdiccionales; sólo le permite el uso del embarcadero de la época como pieza marítima incluido en la transferencia de la propiedad. En segundo lugar, para poder acogerse a lo que otorga la mentada convención del Mar para los territorios limítrofes con el mar precisan dichos territorios de disfrutar de soberanía sobre los mismos, situación que no se produce en el caso de Gibraltar porque la transmisión de la Plaza por medio del mentado Tratado de Utrecht fue de la propiedad y en absoluto de la soberanía; consecuentemente, la pretensión británico de jurisdicción sobre las tres millas de aguas del Mediterráneo y milla y media de las aguas de la Bahía de Algeciras es pura falacia.
Por tanto, si está meridianamente claro que la pretensión de jurisdicción marítima está fuera de lugar dentro del Derecho Internacional, y así ha sido a través de tres siglos de la presencia colonial británica en Gibraltar, ¿a qué se debe ahora esta desaforada reclamación de soberanía sobre esas aguas españolas? ¿Por qué las autoridades de la colonia han iniciado una campaña de hostigamiento a los pesqueros de la zona que llevan toda la vida faenando en esas aguas? ¿Cuál es el objetivo de las provocaciones y búsquedas de confrontación con la Guardia Civil de Frontera que vigila la Bahía y ha tenido que tomar a su cargo la protección del derecho de los pesqueros españoles a faenar en aguas españolas? ¿Proteger la fauna marina de la depredación cuando tienen gasolineras flotantes en medio de la Bahía con el tremendo peligro de extinción que significan para toda la fauna marina habida y por haber en la Bahía de Algeciras? ¿Acaso el acoger y mantener en puerto submarinos de propulsión nuclear con gravísimas averías durante un año, como fue el caso del "Tireless" (elmundo.es) en el 2000/2001, no es un peligro para la fauna y flora marina? (Ver información al respecto de la fauna marina del 09-09-2012 en elpais.com) No, indiscutiblemente los argumentos que pregonan los llanitos para prohibir a los pesqueros españoles faenar en aguas propias es infumable, a menos que el fondo de la cuestión sea, en primer lugar, crear el ambiente de reclamación de legitimidad sobre las aguas en cuestión para, a renglón seguido, aumentar el grado de las provocaciones hasta crear una situación de confrontación armada entre la Guardia Civil española y las patrulleras de la policía de Gibraltar que propiciara la excusa de la intervención de la Armada británica que, de alguna manera, zanjara la cuestión por la vía de la fuerza y se quedara de 'vigilancia para evitar confrontaciones' en las aguas españolas como hecho consumado. La Armada británica vigilante del orden en aguas españolas, ¡de película de ciencia ficción!
Y ahora otra pregunta y la última: ¿Y esto sería posible dándose la circunstancia que Gran Bretaña es socio de España dentro de la OTAN? Es cierto que somos socios dentro de la OTAN, tan cierto como que semejante situación nunca debería presentarse. No obstante, dado que la situación de falta de identidad nacional en algunas regiones por la que atraviesa España en la actualidad es de lo más evidente, acompañada de una situación económicagravísima, no es descartable que haya mentes 'lúcidas' en alguna parte de Londres que hayan pensado que es el momento de dar una 'solución' al tema de Gibraltar y las aguas españolas que lo circundan dado que la merma de unidad nacional por la que atraviesa España en estos momento condicionaría una respuesta en regla a una situación semejante.
Tal vez alguien piense en Londres, -digo Londres porque es infantil pensar que pudiera ser dirigente alguno de la colonia- que, como en el caso de Portugal en 1640, "la ocasión la pintan calva".
Esperemos que nuestros otros socios de la OTAN, especialmente el Alto Mando, estén siguiendo con precisión la instigación y acoso a los pesqueros españoles en las aguas españolas de la Bahía de Algeciras, con descaradas provocaciones a las fuerzas de seguridad españolas en dichas aguas, por parte de la policía marítima de la colonia.
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Las Palmas de Gran Canaria, 12 septiembre de 2012.